El apego es la relación que formamos con otros seres humanos, y los primeros lazos que formamos en nuestras vidas serán los que moldeen la forma de ver y de vincularse con el mundo. En la niñez creamos nuestros primeros apegos, de acuerdo a la forma en la que nos relacionamos con nuestros cuidadores. Y es allí donde comenzamos a forjar la manera en que nos relacionaremos con el resto de las personas.
Estas experiencias tempranas de apego nos crean una especie de mapa en nuestro cerebro, con el que se guiarán el resto de nuestros vínculos. Lo ideal es que se basen en la confianza y en experiencias positivas, lo cual nos llevará a repetir patrones saludables en un futuro.
Apegos positivos son aquellos que nos hacen sentir seguros y forjar vínculos donde nos sintamos valorados. Y en los casos contrarios, es donde la psicoterapia puede ayudar para reprocesar las experiencias del pasado e intentar sanarlas.
Los tipos de apego
Como dijimos anteriormente, los apegos positivos son aquellos vínculos basados en la confianza y donde nos sentimos valorados. Pero hay formas de apego donde esto no ocurre. Podemos marcar tres tipos de apegos inseguros:
-Ambivalente: está representado por la desconfianza hacia extraños y por el estrés ante las separaciones.
-Evitativo: es cuando cuesta demostrar las emociones, y suele estar relacionado con la poca o nula atención recibida en la infancia.
-Desorganizado: se genera en ambientes muy caóticos, especialmente cuando el vínculo con los cuidadores estuvo atravesado por el miedo.
Estos apegos tienen sus raíces en la infancia, en esos primeros vínculos de la niñez.
¿Cómo reprocesar nuestros apegos?
Si los apegos inseguros se originan en la infancia, como venimos remarcando en esta entrada, lo mejor es buscar una terapia que nos ayude a reprocesar aquellos recuerdos e intentar sanarlos para seguir adelante con vínculos más positivos.
La terapia de EMDR es una excelente alternativa para buscar reprocesar traumas. Esta clase de terapia intenta procesar la experiencia traumática que ha llevado a la persona al desarrollo de la patología o del trastorno: en lugar de poner el foco en modificar las emociones, pensamientos o comportamientos que son producto del episodio traumático vivido, lo que hace es permitirle al cerebro reanudar su proceso de curación natural.